miércoles, 30 de agosto de 2006

4. Qué grande es ser joven

Pese a mi debut con Olivia y John, yo seguía sin comprar mis propios discos. Sin embargo, mis mejores amigos del barrio de entonces, Jesús y Gustavo, hermanos y residentes en un edificio moderno que había frente al mío, sí. Ellos sí tenían los discos de moda, ellos sí tenían la versión en español de “Chiquitita” de ABBA, algo que yo soportaba entre envidia y resignación. De vez en cuando merendábamos en su casa, que eran unas meriendas estupendas porque se bebía mucha fanta en unos vasos metálicos de colores, y luego escuchábamos los discos que les habían regalado.

Pero era mi gran amigo Jorge, vecino y compañero de correrías desde bien pequeños, quien era realmente moderno. Mucho más moderno que yo: no solo compraba sus propios discos habitualmente, sino que había sido abducido por la fiebre de la música disco, y los singles más novedosos de Bee Gees y Boney M, o el “Born to be alive” de Patrick Hernández, o el “Lay love on you” de Luisa Fernández, o el “Coge al gato” de Cheryl Lane, o todo lo de las Baccara, campaban a sus anchas por su habitación. Jorge tenía el “Knock o Wood” de Amii Stewart y el “I Will Survive” de Gloria Gaynor, que eran las canciones de más bailar que se habían hecho hasta entonces, y las escuchábamos constantemente. La verdad es que nunca bailábamos, no sé si porque nos daba vergüenza o porque no tocaba bailar, pero pasábamos muchas tardes, escuchando sus singles, sus caras b, y comentando las jugadas. Por supuesto en cuatro días decidí estar a la altura, siguiendo mi clásica premisa de no quedarme por nada del mundo, atrás.

"Knock on wood" Amii Stewart. 1979.


Por entonces Jorge y yo teníamos mucha suerte. A pocos minutos de casa disponíamos de tres de buenas tiendas de discos: Ademar y Hogar Complet, grandes almacenes muy conocidos en la época, que contaban con departamentos de discos siempre a la última, y tenían por costumbre sacar grandes saldos con enormes cajones de singles baratos, y Joaquín Salvador, una gran tienda de electrodomésticos que aun existe en la Gran Vía, que incluía una fantástica sección de música de la que yo fui cliente diario hasta que desapareció, diez años después. Jorge y yo, salíamos de compras y regresábamos a casa, la suya o la mía, a escuchar nuestras conquistas semanales. Las comentábamos y las contrastábamos con los artículos que publicaba la revista El Gran Musical, entonces con un incómodo formato de periódico. El Gran Musical era un magazine musical de la cadena SER en onda media, los domingos por la mañana, que incluía un concierto en vivo desde cualquier lugar de España, y con cualquier estrella del momento. Jorge y yo grabábamos esos conciertos cada domingo con mi radiocassette Sanyo monoaural, y comprábamos la revista que publicaban, cada mes. Escuchando el gran musical vivías cada lanzamiento discográfico como un acontecimiento. Las portadas, las fotos promocionales, el primer single, el segundo, las caras b inéditas, la lista de Superventas.
Recuerdo como en aquel tiempo, al salir del colegio, todos los compañeros, con Gustavo y Jorge entre ellos, siempre pasábamos un buen rato en los billares que había a la vuelta de la esquina. Mientras todos jugaban al futbolín o a las máquinas de petacos, yo tomaba posesión de la máquina de discos, que por un duro te permitía escuchar una canción de moda. Adoraba esa máquina por encima de todas las cosas, y adoraba “Tragedy” de los Bee Gees, que era la canción que más ponía. Las chicas y yo nos la sabíamos de memoria, y la cantábamos sin cesar, en un inglés inventado para la ocasión. El día que retiraron esa máquina, me arañé la cara y dejé de ir a los billares. Mi vida social empezaba a estar gobernada por las listas de éxitos.

"Tragedy" Bee Gees. 1979.


Los sábados por la tarde Jorge y yo, en su casa o en la mía, veíamos Aplauso, que era el programa más moderno de la televisión. Bueno veíamos Aplauso y “Los Ángeles de Charlie”, que lo hacían todo junto, para mayor derroche de felicidad sabatina. Aplauso tenía formato de revista musical, y unos decorados superplateados y maravillosos. Hasta un concurso de baile, “La juventud baila” que se hacía en una pista con el suelo iluminado como la de “Fiebre del sábado noche”. Temporada tras temporada iban cambiando de presentadora: Mercedes Rodríguez, Silvia Tortosa, María Casal, Adriana Ozores... Todas eran bien recibidas en casa, los sábados a la hora de merendar. Por Aplauso desfilaron las más grandes estrellas del momento, de cualquier estilo, que ni Aplauso, ni José Luís Uribarri, ni Jorge, ni yo, teníamos prejuicios al respecto. Lo mismo AC/DC que Leif Garrett, igual Rod Stewart que unos jovencitos descarados y extraños, que acabaron siendo vitales para mi existencia, y que se llamaban Alaska y los Pegamoides. Pero no adelantemos acontecimientos.

Estuve con Jorge en nuestros primeros conciertos. En realidad no eran conciertos, eran fiestas que organizaba Radio Popular o el Corte Inglés, en la Plaza de Toros, donde los artistas cantaban dos canciones en play-back y promocionaban así sus nuevos discos. Lo bueno es que eran gratuitas, y todo el mundo era muy joven. Y que todos los artistas de moda se unían en un elenco interminable. Un buen día Radio Popular celebró los 20 años de “Discomoder” de Enrique Ginés. Y allí estuvieron desde el Duo Dinámico, hasta Salomé. Desde Camilo Sesto hasta Massiel. Y una jovencita guapísima, francesa y dulce, que se llamaba Lio, y cantaba una cosa estupenda que se llamaba “Amoreux Solitaries”. Adorábamos a Lio, y todo cuanto pudiera hacer semejante ser angelical. Sus fotos promocionales eran de escándalo, aparecía vestida únicamente con un pequeño camisón blanco. Nos llevamos una gran decepción cuando la vimos aparecer en el escenario, más tapada que una institutriz británica de dibujos animados.


"Amoreux Solitaires" Lio. 1980.


El Corte Inglés hacía unas fiestas fantásticas bajo el slogan “Qué grande es ser joven”. A muchas grandes estrellas que aun estaban por venir, vimos por vez primera en esas fiestas a lo largo de los años: Miguel Bosé, Mecano, Tino Casal, Azul y Negro, Olé Olé, Pino D’Angio, Pecos, Pedro Marín, Iván, Tequila... Jorge y yo siempre jugábamos a adivinar quién se atrevía a cantar en directo. Para nosotros era un valor añadido.

Era evidente: mi pasión por la música entraba en ebullición a un ritmo endiablado, y mi tocadiscos monoaural a pilas, y mi radiocassette Sanyo, pese a que aun desconocía todas sus posibilidades, se habían convertido en un lastre en mi carrera hacia la discoteca ideal. Mi vida necesitaba un tocadiscos estereofónico. Y lo necesitaba ya.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo me acuerdo de los conciertos de los domingos en la plaza de toros, patrocinados por el Corte Ingles... no se si son los mismos pero allí ví a Tino casal con su "embrujada"... ¡¡que grande!!
Tambien era un lugar donde veias pasar a las tribus urbanas del momento, los "Mods", con aquellas gabardinas negras hasta los pies y aquellas botangas... ¡¡que modernos!!´.. yo que intentaba estar a la altura con mi cardado de solo un lado, pero que evidentemente no les llegaba a la suela de las botangas...

!!Gracias por los recuerdos!!

Aguador dijo...

Y no se te olvide comentar que el "anfitrión" de La juventud baila era el amado/odiado José Luis Fradejas... y el recordado/llorado (todo en aquellos entonces) Nacho Dogan, que se nos fue con 37 años.

Saludos,
Aguador