viernes, 23 de marzo de 2007

15. Fiebre del sábado tarde

Los sábados por la tarde transcurrían entre alguna sesión de discoteca, algún concierto en el Pachá y mucho pasear por Ciutat Vella y el Carmen. Muy cerca de la Plaça estaba uno de nuestros lugares favoritos: un antiguo palacete de varias plantas, convertido con buen gusto en disco-bar (hoy le dirían club), que se llamaba Calcatta.

Calcatta era genial. Vale, es verdad que tenía un público muy pijo, pero la música era estupenda y el sitio inmejorable. Aquella escalera de piedra, y esos balcones a la pista. Era el sitio ideal para lucir modelón, y perfecto para reafirmar los glúteos, entiéndaseme, con tanto subir y bajar por aquella majestuosa escalera, con el objeto que todo el mundo te viera.
Por entonces yo vivía absolutamente poseído por Boy George. Adoraba sus canciones, su personaje y todo cuanto hacía o decía. Podría decirse que la existencia de un tipo como Boy George marcó mi vida, más allá del asunto musical. Culture Club era una gran banda de soul funk blanco, o de pop negro, según se mire, donde tenían cabida los sonidos jamaicanos y hasta el blues orquestado. Eran como Simply Red, pero tenían más morro y caían mejor. En Calcatta siempre ponían el maxi de “Miss me blind/ It’s a Miracle”, que mezclaba los dos temas estupendamente y era de mucho bailar. Perfecto para menear el culo subiendo y bajando la escalera, y refregarse por todas las barandillas.

"It's a Miracle" Culture Club. Videoclip. 1983.



Una tarde, camino del Café de la Seu, un lugar ideal para pasar la tarde entre cotilleos y jarras de Agua de Valencia, descubrimos un extraño lugar junto a la calle Caballeros. Desde fuera se veía oscuro e impenetrable. Pero al entrar, enseguida eras consciente de que si había un lugar realmente moderno en Valencia, un templo de la “movida”, un programa de Paloma Chamorro convertido en bar de copas, ese era La Marxa.

La Marxa fue durante años nuestro punto de referencia. El lugar en el que empiezan o terminan las cosas. El sitio era maravilloso: en pleno casco antiguo, aprovechaba la estructura original del edificio, tipo palacete, con sus arcos apuntados y sus paredes de piedra. La decoración era de vanguardia, postmoderna que se decía entonces, y cambiaba cada dos o tres semanas. Muchos artistas locales, o no, fueron encargados de decorar sus paredes y sus techos, algunos con acierto y espectacularidad. En la planta baja se encontraba una larga barra que seguía el pasillo hasta la pista. Allí siempre estaban David Duplex y Bartual, ambos miembros de La Morgue (ver En Escucha: La Movida Valenciana), y conocidos personajes, ya clásicos, de la “movida” en Valencia. Al final de la barra estaba la cabina del discjockey, y frente a ella la pista, coronada por dos grandes arcos y un techo altísimo que abarcaba la planta superior, de manera que desde allí se podía controlar a través de un balcón, todo cuanto ocurría en la pista. En la segunda planta habían dos barras más, unas cuantas mesas y un pasillo hacia los baños en el que se encontraba una curiosa cama. Una cama como de matrimonio, como de caña de bambú, con un techo en plan cápsula que la cerraba en parte y la convertía en un lugar muy discreto. Si esa cama escribiera sus memorias, a más de uno/a le saldrían los colores.

Lo cierto es que la fauna habitual de La Marxa era excéntrica y muy muy atractiva. Allí tomé contacto por primera vez con sustancias prohibidas más allá de un porro. Aunque lo que cambió mi manera de verlo todo fue la música que sonaba en su pista. Al parecer no moderno no era exactamente lo último. Ni siquiera lo que próximamente sería lo último. Lo moderno era combinar géneros y épocas. Cuanto más chirriante fuera la combinación, más posibilidades de éxito. En La Marxa sonaban los grupos de la movida en perfecta convivencia con el pop ye-yé de los 60, la New Wave, el Glam... y todo lo que resultara excéntrico y divertido, servía. Así fue como descubrí las grandes bandas del pop español de los 60: Los Bravos, Los Canarios, Los Brincos, Los Ángeles... Y los solistas de mayor éxito: Massiel, Salomé, Gelu, Rosalía... Vestíamos como Robert Smith, pero adorábamos los clásicos de Eurovisión y los guateques de tocadiscos a pilas. Podía parecer chocante por contradictorio, pero la verdad es que visto desde hoy, parece evidente que buena parte de la “movida” madrileña perpetraba un pop colorista y desvergonzado, digno heredero de la cultura ye-yé.


"Black is Black" Los Bravos. TV Francia. 1966.



En el desconcierto provocado, residía precisamente el encanto. No hay nada como descontextualizar un “Vivo Cantando” de Salomé, una de mis favoritas, y poner a bailar rollo guateque a unos cuantos siniestros con los pelos cardados y la ojera pintada. Qué libres éramos entonces, qué faltos de prejuicios, y qué grande esa extraña “contradicción” que se cargaba de un plumazo cualquier guión establecido.


"Vivo Cantando" Salomé. Festival de Eurovisión. 1969.


A decir verdad, el “descubrimiento” de los años 60, trajo mucho más que el ye-yé colorista. En La Marxa se bailaba mucho soul: The Supremes, Otis Reading, Wilson Picket... y Aretha, Aretha Franklin. La Reina del Soul.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hola , yo trabajé en la marxa durante tres años, de la mano de David Duplex y Bartual, y son sin lugar a dudas, los mejores tres años de mi vida, donde descubrí una Valencia que valia la pena, divertida, inteligente y muy muy viva.
un gran recuerdo para David, gran amigo, gran persona.

Acid Queen dijo...

Estoy contigo Enkarna: va por David.