domingo, 13 de abril de 2008

23. Punk divino y otras hierbas.

Con 17 años y en 1985, cualquier chaval parecía abocado al garrulismo y la horterada más ramplona. Pero era precisamente la necesidad de huir de tamaño magnetismo letal, la que te acercaba a la modernidad, aunque en ocasiones fuera de manera algo forzada. Y la modernidad no tenía (ni tiene, quiero decir, ni debiera tener hoy) normas, precisamente porque cuando a la modernidad le salen normas, se vuelve pija y petulante. Yo es que soy de los que piensan que lo que está de moda es una cosa, y lo moderno otra. Lo moderno llama la atención por su creatividad chirriante, por ser rompedor o por recuperar lo que parecía irrecuperable, y por supuesto, resulta ridículo para el resto de los mortales. Eso sí, en un par de años, lo que fue moderno se convierte en moda y se vende igual en El Corte Inglés que en el Bershka, y es repudiado por los modernos y adorado por las masas.

Con los años, todo esto importa cada vez menos, pero con 17, con mis 17, lo que era o no moderno y el por qué de cada cosa, eran principio y fin. Razón de vida.

Siguiendo mi premisa en plan “seas lo que seas, sé lo más”, yo era el más moderno. En el instituto era uno de los cuatro o cinco más postmodernos (como se decía por entonces), de veraneo con mis primos, era el escandalosamente raro. Y en la falla, paradigma de modernidad incomprendida. Allí la mayoría eran diez años mayores que yo, de la quinta de mi hermana Vero, y todos eran militantes o simpatizantes de izquierda, lo que entonces se llamaba progre. Pronto descubrí que lo progre y lo postmoderno no combinaba nada bien. Claro que, al fin y al cabo, si yo conseguía conjugar ambas cosas en mi propia persona, por qué no iba a ser posible una coexistencia pacífica entre ambos bloques. Por supuesto aquella “guerra fría” no pasó de algunas sonrisas irónicas más confusas que perdonavidas.

Solo una persona hacía peligrar mi reinado: Sento.
Sento era un año mayor que yo. Era vecino, amigo y compañero de la falla. Estudiaba piano y peluquería, le gustaba la música casi tanto como a mí, y no, no era gay.
Con él compartí muchos momentos y muchas, muchísimas conversaciones musicales, mientras me cortaba el pelo con su maquinilla eléctrica. Recuerdo que a Sento, le encantaba Peter Gabriel. A él le debo el poder disfrutar de las canciones de uno de los músicos más creativos e innovadores de la historia.


"Sledgehammer". Peter Gabriel. Videoclip. 1986.



Hasta ahí, todo correcto. Pero es que dentro de Sento vivía un moderno latente que afloró de golpe tras unas vacaciones en Ibiza. No recuerdo exactamente qué verano fue. Solo sé que regresó de la isla con un fondo de armario rabiosamente moderno. Unos modelos imposibles con telas huecas y brillantes, como de new romantic en trance neo hippy. Un estilo que llevado al límite, todo el mundo conocería años después a través de los histriónicos Locomía.
Por supuesto su transfiguración fue incomprendida y objeto de mofa y cachondeo por parte incluso de sus mejores amigos. No solo fue perseverante en su nuevo estilo, sino que aprovechó para experimentar en sí mismo diferentes tintes y cardados, a cada cual más excéntrico. Evidentemente, el trono de la más pura modernidad, me fue arrebatado sin posibilidad de reacción. Contra Sento, no se podía competir, y como es bien sabido, cuando no puedes con tu enemigo, lo mejor es unirte a él. Así que juntos hemos compartido conciertos inolvidables.

Un buen día apareció Mariano por la falla con dos invitaciones que alguien de su trabajo le había regalado para un concierto que si bien a él no le acababa de interesar, a Sento y a mí podría volvernos locos.
Mariano, era un chico de los mayores de la falla, que adoraba la música y tenía muchos y muy buenos discos. Él fue quien me descubrió que Stevie Wonder era mucho más que el hortera de “I just called tos ay I love you”, que vivía yo muy engañado con eso. Los gustos de Mariano eran, eso sí, muy clásicos y muy de los 70.
Pues bien, tras regalarnos aquellas entradas nos lo hubiéramos comido a besos. Pocas cosas nos apetecían más que ver a la reina del punk en vivo, uno de los grandes mitos de la modernidad más personal: Nina Hagen. Ahí es nada.


"Zarah". Nina Hagen. Videoclip. 1983.



Nina Hagen y Lene Lovich, actuaban en la discoteca Isla, en Alcudia. Isla era una espectacular macrodiscoteca, con una terraza ajardinada del tamaño de un campo de fútbol, capaz de albergar cómodamente grandes espectáculos. Originalmente se llamó Islam, pero cambió su nombre porque el integrismo (sea cual sea su signo) nunca gustó de frivolidades. Así que en un arrebato extrañamente surrealista, del enorme cartel de la puerta desapareció la letra m, y el lugar pasó a llamarse Isla. Eso sí, el hueco que dejó la m, permaneció allí toda la vida, y la tipografía arábiga del resto de letras también. Y lo que es aún más curioso, toda la decoración y la estructura del edificio mantuvo siempre su aspecto de mezquita discotequera.
Ni Sento ni yo, teníamos coche ni vehículo capaz de llevarnos hasta allí. Y menos aún un jueves. Por lo que la única manera posible de llegar era en tren hasta Carlet, y luego hacer unos kilómetros caminando por la carretera en dirección a l’Alcudia. Así que tomamos el último tren al caer la tarde, sabedores de que el primer tren de vuelta no salía hasta las seis de la mañana. Era un esfuerzo titánico y un agotamiento inevitable, pero cosas peores he llegado a hacer en esta vida por ver un concierto.

Caminar de noche, por una oscura y desconocida carretera no es lo mejor para el cuerpo. Y si no que se lo cuenten a Sento, que de camino a Isla sufrió un accidente realmente cómico. No recuerdo como ni por qué, solo recuerdo que caminábamos los dos por el arcén, y en un descuido desapareció como si lo hubiera engullido la tierra. La oscuridad, la maleza y la inexperiencia, provocaron que Sento y toda su arrebatadora modernidad se precipitaran al unísono al fondo de una acequia, afortunadamente poco profunda y, menos mal, seca. Aquel episodio lo recordamos muchas veces. Ahí querría yo haber visto a la Hagen, perdida entre las hierbas e intentando conservar todo el glamour.



El concierto fue maravilloso. Nina era un mito viviente y todavía se encontraba en un buen momento. Una vieja leyenda alimentaba el morbo de la diva: aquella que contaba que en los conciertos era capaz de introducirse el micrófono por la vagina como si tal cosa. Y claro está, todo el mundo esperaba ansioso el momento. No lo hizo. Pero si jugó con el micro y sus braguitas con forma de cabeza de zorrillo, en relieve y con la lengua fuera. No nos importó la decepción, porque la Hagen cantó su repertorio de clásicos eternos, su “New York, New York”, su “Zarah”, su “African Reggae”... Sus cualidades vocales capaces de unir el punk con la lírica, nos dejaron atónitos. Y su saber estar en escena, también. Y el dueto final con su amiga, la estupenda también Lene Lovich, fue increíble. Ambas estrenaban “Don’t kill the animals”, un temazo en defensa de los animales, cuyo video promocional pasó “casualmente” desapercibido por la dureza de sus imágenes.

Aunque si algo no olvidaré jamás, a parte de a Sento envuelto en mil hierbajos, es su fantástica versión de “My Way”


"My way". Nina Hagen. Live Rock in Rio. 1985.


4 comentarios:

Anónimo dijo...

Yo estuve en ese concierto y jamás lo olvidaré, por el concierto en sí y porque a mi lado estaba el más grande amor que he tenido en esta vida. Recuerdo que al día siguiente del concierto me fui a comprar toda la discografía que había hasta el momento de Nina, también recuerdo que no cantó el African reagge pero hizo una versión de que te cagas del Light my fire de The Doors que nunca lo plasmó en disco alguno ni lo he visto en videos de sus actuaciones, una pena.
Siempre tendré en la retina el comienzo del concierto a oscuras con una luz en la frente de cada músico y ella bajando con un mallot y medias negras y una chistera con largos velos colgándole por detras. Un recuerdo que irá conmigo hasta la tumba.

Anónimo dijo...

También recuerdo que el primer tema con el que abrió el concierto fue World Now con el que me pasé años buscando la versión maxi y que la encontré hará unos cuatro o cinco años, para mí ese tema se me ha quedado como emblemático y es uno de mis preferidos.

Adiós Lili Marlen dijo...

No se casó posteriromente Nina Hagen por allí?

Angi dijo...

Yo,tambien estuve allí,en primera fila y con un frio que hacia,que me temblara todo el cuerpo.Todavia guardo la entrada como un tesoro,en realidad es mi tesoro.